De docencia y arquitectura

El Mundo / El Dia de Baleares
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Illes Balears
Antoni Borràs Seguí
26/07/2002

Se confunde a menudo el acto de construir con el concepto de arquitectura, lo cual demuestra una visión muy simplista y demasiado concreta del fenómeno, cuya trascendencia va mucho más allá de la que le otorgan a esta disciplina algunos sectores sociales ajenos a la universidad. Sin embargo, muy lejos de esta visión meramente empresarial y/o mercantilista, la Arquitectura deviene un fenómeno mucho más complejo, en el cual intervienen muchas otras disciplinas tales como las del campo de las humanidades (historia, urbanismo, sociología, filosofía, estética, arte), o las del campo de la ciencia (matemáticas, física, geografía, geología), o las del campo de la tecnología (aplicada a los sistemas constructivos, sistemas energéticos), así como en el campo de la investigación (estudio de nuevos materiales, nuevas propuestas y demandas sociales). Por lo tanto podemos decir que representa el máximo exponente cultural de una sociedad, e indicador de su grado de desarrollo tecnológico. Seguramente por ello resulta sumamente difícil definir o delimitar este concepto.

Podríamos estar más o menos de acuerdo con la siguiente definición abstracta de Arquitectura como aquel resultado de la interacción del hombre con el espacio y su contenido, pero todos estamos de acuerdo en que estos tres parámetros (hombre, espacio y su contenido), dadas las características de nuestra Comunidad Autónoma son limitados o a lo sumo deberían serlo, y muy en especial en lo que se refiere al crecimiento de la población.

Así pues, la UIB no puede mantenerse al margen de la ya insostenible presión del sector inmobiliario, sobre este fenómeno globalizador que deviene la Arquitectura como disciplina al servicio de la sociedad, sustentándose este sector en poderes fácticos que no entienden o no quieren entender de desequilibrios culturales, sociales y territoriales.

Pienso, pues, que no debemos buscar justificaciones para introducir esta disciplina en la formación universitaria de nuestros profesionales, ya que muchas otras comunidades autónomas con características similares a la nuestra ya las han encontrado mucho antes (Canarias), y no debemos, los profesionales, recelar de un exceso de competencia, ya que ésta nos vendrá de fuera. Debemos plantear dichos estudios como una forma de promocionar e impartir nuestros conocimientos, y tan sólo buscar argumentos que nos permitan imbricar esta disciplina y todas las que derivan de ella y la generan, en lo más profundo de la epidermis de nuestra sociedad, eso sí, de mano de la universidad, y sin más demora, si queremos un desarrollo cultural completo o una identidad propia como país, eliminando progresivamente otras formas o modos de distinto talante al que exponemos.

Fundamentalmente podríamos establecer dos grandes bloques de argumentos para la consecución de dicho objetivo: el argumento social y el argumento universitario.

El primero, el argumento social parte de una realidad que no podemos eludir y que ha ido conformando (o deformando) a nuestra comunidad. Es sabido que el turismo históricamente ha sido una actividad empresarial consumidora de territorio, que se ha nutrido del medio ambiente; en particular del sol, la playa y del territorio, dirigido a las masas en un primer estadio. Y en estadios sucesivos, hacia una diversificación de turismo de calidad y con mayores inquietudes culturales y de paisaje que tiende a consumir el territorio que resta en el interior con el denominado turismo en medio rural, y el turismo de aventura, aunque mucho peor resulta el turismo residencial que ha sobrepasado los limites anteriores.

Por otra parte el turismo deviene el motor del sector inmobiliario en cuanto es una actividad capaz de incrementar la población de las zonas turísticas o no, al menos en periodos estacionales, en proporciones superiores al 100%, por lo que la demanda de superficie construida necesaria se dispara. De ahí la importancia que tiene lograr la desestacionalización del turismo, sacando de este modo el máximo rendimiento a las industrias turísticas, en términos de ocupación por metro cuadrado y día, y de eficacia de sus instalaciones, resultando de este modo una actividad sostenible en mayor medida.

De todo ello se hace eco la Comunidad Europea aplicando programas y desarrollando planes de los que cabe destacar para el tema que nos ocupa el Plan Viola sobre los problemas de las regiones insulares, en el que se propone entre otros muchos temas y estrategias relacionadas directamente o ndirectamente con el sector de la construcción, «desarrollar actividades empresariales distintas a la del turismo así como se diversifiquen las actividades turísticas, y durante la temporada baja las estructuras hoteleras podrían convertirse en sedes preuniversitarias, laboratorios de arquitectura vinculados a las empresas continentales que estudien las repercusiones de un urbanismo en expansión, y asesoren a los municipios sobre el desarrollo armonioso de los planes de ordenación».

Reglamentos como el 1836/93 de 29 de junio de 1993, por el que se permite a las empresas del sector industrial se adhieran con carácter voluntario a un sistema comunitario de gestión y auditorías medioambientales. Auditorías, éstas, que requieren equipos multidisciplinares afines a la arquitectura con una formación que abarca disciplinas tan diversas como: la ecología, la biología, las nuevas ecnologías en el campo de las energías alternativas (una industria, cuando menos en la fabricación de sus componentes, no contaminante que podría diversificar la del turismo) aplicadas a las instalaciones de los edificios, determinando su diseño; sistemas racionales de consumo y producción de energía, agua y minimización de la contaminación acústica etc. Todo ello para la consecución de un desarrollo sostenible en nuestro sector empresarial.

Otra forma de hacer más sostenible la actividad empresarial del sector, pasa también por la expansión del turismo hacia fuera de nuestras fronteras (ya se conocen algunas tentativas en el caribe y en los países del Este), a la que le seguiría el sector de la construcción así como todas las nuevas tecnologías generadas por él, que se desarrollarían dentro de nuestra universidad para luego ser exportadas al exterior dentro del marco de la sostenibilidad, dándole proyección mundial a la UIB, y el consiguiente incremento de prestigio.

En el plano regional, hemos padecido más que disfrutado de actuaciones enmarcadas dentro de las Conselleries de Turismo y Fomento como son el Pla Mirall y el Pla d'Embelliment de las zonas turísticas, que inciden directamente sobre el patrimonio arquitectónico sin contemplar, hasta ahora, ningún criterio de carácter estético, de imagen, o de coherencia arquitectónica, efecto potenciado por el vacío cultural que existe en nuestra sociedad en este campo. En una iniciativa tan importante como es la redacción del plan de ordenación del territorio, con sus planes territoriales insulares, sus planes directores sectoriales y sus planes de ordenación del medio natural, al igual que la adaptación de los instrumentos convencionales de planeamiento urbanístico a los mismos, sin que para ello nos hagan falta empresas continentales con sus propios técnicos ajenos a la realidad local. Todo ello no puede darse sin la intervención directa de la universidad y mediante una Escuela de Arquitectura que la represente, con un programa, aunque global, adaptado a las necesidades concretas de nuestra comunidad, tomando en consideración la rehabilitación de los cascos antiguos, la reconversión de edificios obsoletos y su demolición para ser sustituidos por zonas verdes (esponjamiento) según preconiza el POOT (Plan de Ordenación de la Oferta Turística) para el sector turístico.

En cuanto al argumento universitario, aunque pienso podría desarrollarse con mayor profundidad desde la propia UIB, paso a plantear algunos puntos de interés: por una parte la coincidencia con disciplinas existente actualmente en la UIB que son comunes al contenido de la carrera de Arquitectura Superior y que por lo tanto podrían ser de aplicación directa, sin necesidad de crearlas de nuevo como podrían ser: la Historia, el Urbanismo, la Geografía, la Geología, el Arte y la Estética, las Matemáticas, el Dibujo y otras muchas. Por otra, la asimilación de las disciplinas aplicadas que inciden indirectamente sobre el desarrollo de los estudios de arquitectura, como son la informática y sus aplicaciones: realidad virtual para la animación de espacios en proceso de proyecto, el diseño asistido por ordenador, y sus aplicaciones al estudio de la geometría descriptiva, al igual que la domótica que integra la informática y la tecnología, etc.

La creciente demanda de estudios por parte de nuestra sociedad, que se desprende de la continua afluencia de estudiantes de arquitectura hacia diferentes universidades españolas, no puede quedar sin respuesta por parte de un organismo que está a su servicio, y todo ello sumado a la creciente demanda de estudiantes extranjeros que estarían dispuestos a cursar sus estudios de arquitectura en nuestra universidad (en el boletín informativo del COAB salen continuas demandas e estudiantes extranjeros que desean cursar a lo sumo su curso de posgraduado o prácticas en nuestra comunidad). Sin menospreciar la creciente demanda de estudiantes procedentes de otras comunidades autónomas saturadas y masificadas en este campo. Estudiantes todos ellos que pasarán a engrosar el número de visitantes en temporada baja y por ende colaborarán en desestacionalizar nuestra planta hotelera.

Por último, la tutela de la Universidad, con criterios imparciales, científicos, teóricos, y globalizadores de la intervención del «hombre» sobre el «espacio» mediante las herramientas de la «Arquitectura» (la edificación, la arquitectura paisajista, el urbanismo, la estética, los planeamientos, la técnica, y la tecnología) y el buen uso de su «contenido», es la única garantía, no cabe duda, para la sostenibilidad social, cultural y territorial de nuestra comunidad.


Antoni Borràs Seguí es arquitecto