Presentación
El ámbito profesional es perfectamente valido para dar cabida a la formación permanente.
Es necesario, y además interesante plantearnos una formación de imposible conclusión y un colegio que con capacidad previsora, y con sensibilidad hacia los arquitectos y la sociedad a la que pertenecen, facilite los medios para que esta formación sea posible y colaborar de este modo en la función social de nuestro ejercicio profesional.
La fascinante -y algo desequilibrada- situación, esa estupenda y compleja posibilidad de atender creativamente diferentes proyectos con muy diversos requerimientos es una de las cuestiones que sin duda dan pie al interés de nuestra profesión. Ahora bien, día a día el abanico de las posibles actividades profesionales despliega nuevas facetas, ensanchando el campo laboral amplisimamente, exigiendo para ello un afianzamiento de los criterios básicos y una red de conocimientos complejos y en constante renovación. El sector de la arquitectura, la construcción y el planeamiento urbanístico, es receptor y generador de cambios.
La sociedad compleja en la que nos encontramos, y la riqueza en cuánto a las posibilidades en el campo profesional de la Arquitectura, exige siempre revitalización, actualización y en muchas ocasiones especialización del conocimiento.
Es fundamental en nuestro oficio tener (y educar permanentemente) un sentido de integración. Esta integración debe venir a través de la formación y de la puesta en práctica, en la práctica profesional diaria. La formación continua debe ir enfocada a permitirnos comprender conceptualmente la complejidad de la actividad profesional, arquitectónica.
Tenemos precisamente el reto de, en una sociedad cada vez más compleja y exigente, ejercitar nuestra actividad de un modo integrador, integración de conocimiento y acción frente a la diversidad de conflictos que rodean el proyecto, la profesión.
Se trata, en fin, de formarnos un carácter propio, un modo integrador de proceder y de ejercer la profesión de arquitecto.