Ars demolitionis

El Mundo / El Dia de Baleares
9
Mallorca
Grup d'Opinió d'Arquitectes
08/04/2002

No es necesario insistir sobre algo que está siendo comentado en todos los corrillos mallorquines desde hace décadas: si no se hace un esfuerzo por conservar el medio -natural y urbano- de lo que queda de Mallorca pronto la isla será del todo inhabitable. Pero tal vez sea necesario introducir un cambio de visión acerca de lo que significa "mejorar el entorno". Salta a la vista que las mayores agresiones que está sufriendo este entorno son las debidas a ciertas construcciones inadecuadas, que envilecen velozmente las áreas que las circundan. Así, un bloque de apartamentos construído en un paraje (que fue) idílico, como Illetas, Magalluf o El Terreno, es capaz de generar una rápida degradación a su alrededor. El Terreno era uno de los barrios privilegiados de Europa en la primera mitad del siglo XX, un auténtico prodigio de equilibrio urbano en un emplazamiento próximo al paraíso: al borde del bosque de Bellver y dominando la bahía de Palma, calles rectas, casas mallorquinas sin pretensiones, de fachada lisa, sin arco alguno, jardines elementales aprovechando los pinos que ya existían antes de construirse el edificio. Ninguna casa superaba los dos pisos de altura y todas ellas tenían vistas al mar, aprovechando el desnivel de la colina. Pero a partir del preciso momento, histórico momento a mediados de los años sesenta, en que se construyó un edificio -uno sólo- de apartamentos de ocho plantas de altura, las restantes casas -todas ellas- vieron brutalmente mermada su cuota de paraíso. Los artistas que habitaban el Terreno, y que acudían desde los países más alejados de Europa o América para inspirarse, hicieron prestos sus maletas. Un sólo edificio había sido suficiente para romper la magia. Otros dos o tres bloques -no más- remataron el barrio. A lo largo de los años setenta las casas de El Terreno bajaron espectacularmente de precio; algunas fueron clausuradas y permanecieron largos años abandonadas por sus dueños, otras se dividieron en pequeños apartamentos que fueron alquilados a personas de menor poder adquisitivo, y se inició la rápida degradación física de uno de los enclaves de la ciudad -y del mundo- dotada de mayores valores urbanísticos. ¿Benefico? el de unos pocos promotores avispados que perpetraron (en connivencia con los responsables municipales del momento) la aberración de esos bloque en altura, verdaderos atentados a la imagen de Palma, a la imagen de Mallorca, y al sentido común. El caso es aplicable a muchos otros parajes de la isla, que dejaron de pertenecer al paraíso por la simple aparición puntual y aislada de alguna construcción aberrante. Esta imagen de degradación, propiciada por la avidez de unos pocos y estúpidamente tolerada por todos, recorre el mundo con el vejatorio nombre de balearización.

¿Alguien podría determinar numéricamente los perjuicios económicos que causaron, y siguen causando, a la ciudad de Palma -entiéndase sus ciudadanos- la construcción de esos dos o tres bloques en el Terreno? ¿Y el perjuicio que ha causado a Mallorca -a su imagen, a su cotización como destino turístico- el bloque de viviendas construído a inicios de los años setenta sobre el Baluarte del Princep?. Estos bodrios aberrantes nos han salido -y nos siguen saliendo- inmensamente caros. No sólo por la degradación que causan a la ciudad y a la isla como sitio para ser habitado, sino, lo que para algunos es mucho más imprtante, como valor económico. La isla entera se degrada -cultural, estética, y económicamente- con estos edificios.

Difícilmente podremos, hoy, convencer a alguien de que el Terreno o S´Arenal podrían recuperar su antiguo estado de privilegio paisajístico o urbano. Y sin embargo es, en parte, posible. Sólo hay que aceptar esta idea: una de las industrias más florecientes en la Mallorca del siglo XXI podría (y debería) ser la del arte de demoler. Los beneficios no irían a parar sólo a las arcas de las empresas especializadas, sino al común de los mallorquines.

En efecto, el argumento -la mayor degradación la producen algunas construcciones inadecuadas- debe ser considerado también en su vertiente inversa: ¿Qué mejor manera de invertir el dinero público -para preservar el medio ambiente- que la de demoler urgentemente estos edificios inadecuados que siguen generando degradación en la imagen de Illes Balears? Acabemos con ellos de una vez y con la mayor urgencia. ¿Tiene sentido invertir dinero en construir supuestos edificios singulares que -como ha ocurrido en Bilbao- revaloricen el entorno mientras mantenemos en pie unos bodrios que nos dejan con las verguenzas al aire? ¿No es mucho más sensato comenzar por limpiar la casa antes de emperifollarla con adornos? ¿Cuándo dejaremos de ser tan horteras y tan nuevos-ricos y atenderemos de una vez al sentido común más elemental? El dinero invertido por el Ayuntamiento de Palma en el Pla Mirall -unos diez mil millones de pesetas- ha inundado el centro antiguo de la ciudad de adoquines prefabricados de hormigón de dudosa calidad estética, de finas losetas de piedra abujardada, y de farolas pretenciosas. Pero no ha sido capaz de demoler ni uno sólo de los edificios inadecuados que degradan, día a día, la ciudad y la isla entera. ¿Cuántos de ellos podrían haberse adquirido y demolido con la mitad de ese presupuesto? y ¿qué mejor destino puede haber para el dinero que se recaude con la ecotasa?. A menudo se habla de "embellecer" áreas turísticas degradadas. Y a menudo los proyectos del supuesto "embellecimiento" incluyen la construcción de paseos encementados al borde del mar. Así, por ejemplo en la Colonia de Sant Jordi. ¿No sería más sensato mantener el estado natural del litoral y emplear ese dinero en demoler el edificio (un único edificio) que degrada el paisaje de esa costa en muchos kilómetros a la redonda y que es visible desde toda la longitud de la playa de Es Trenc?.

Mejorar un entorno no implica necesariamente añadir elementos construídos; las más de las veces, la mejora más rentable se conseguiría eliminando algo de lo existente. Se trata de adquirirlo, al precio real de mercado, y demolerlo. El precio de mercado de estas construciones inadecuadas, por elevado que sea, es, en muchos de los casos, muy inferior al daño -moral y económico- que día a día están causando a todos los habitantes de Mallorca.

Substituir la imagen degradante de la balearización -palabra humillante que en el mercado turístico se emplea como sinónmo de aberrante caos constructivo- por una decidida acción de reconversión de ciertos enclaves, es el único camino para recuperar una imagen digna de estas islas.

El Grup D´Opinió d´Arquitectes propone la elaboración de un listado de los edificios que más perjuicio están causando al entorno -natural o urbano- de Mallorca, a fin de proponer a las diversas Administraciones Públicas su urgente adquisición y demolición.

Los interesados en aportar sugerencias argumentadas en este sentido (¿Qué construcciones de Mallorca demolería usted en primer lugar y por qué?) pueden dirigirse a grupdopinio@hotmail.com.